La pandemia ha acelerado la conquista del asfalto en la capital catalana. Las actuaciones de la alcaldesa, Ada Colau, que emplean pinturas y elementos móviles para ganar espacio para el peatón y las bicicletas, ha reabierto un debate sobre el modelo de ciudad.
Barcelona lleva años implantando medidas para hacer más amable la ciudad y reducir el protagonismo del coche. Una urbe más verde, con más carriles bici, con supermanzanas que agrupan calles y limitan el tráfico al de los vecinos, con menores velocidades de circulación, liberando de vehículos el entorno de las escuelas —se han creado 25 de estas zonas y el año que viene habrá 53 más—, o con su Zona de Bajas Emisiones. La pandemia y la necesidad de ganar espacio público para peatones, terrazas y bicicletas han acelerado este tipo de actuaciones que se ven avaladas por los estudios sobre los riesgos asociados a la contaminación: el último, de la Agencia de Salud Pública, atribuye 1.000 muertos anuales (el 7%) al exceso de polución.